domingo, 31 de octubre de 2010

"Nunca Encontrarás Amor En Barranco"

(...) Lo que uno a veces no puede entender es el cómo influye las emergentes juergas barranquinas en nuestra vida social, sobre todo en un aspecto más lúgubre y carente de sentido, como el de encontrar amor en ese distrito, a partir de las 11 p.m., que es la hora donde todo empieza, desde el título de esta novela. También el remarcar que Alberto empezó de la misma manera, buscando el amor de su vida en los bares y discotecas más recurrentes de Barranco. Es sencillo, sobre todo si es que relato el inicio de todo esto, hace unos 5 años.

Alberto, con 18 años y 3 meses, justo había terminado el colegio. Claro, no es necesario denotar su casa de estudios porque no interesa en estos momentos, pero vale mencionar que eso le da cierto “estatus” a lo que vendría a ser su propia vida social, su mera burbuja. Tanto él como sus amistades usaban sus fines de semana para libar, escuchar rock en los bares, y si les daba cabeza después de tanto alcohol, buscar mujeres tan fáciles como ellos en cualquier estado mental. Es así como inicia todo este relato.

Alberto y su mejor amigo, Luis, ambos del Carmelitas, colegio elitista a más no poder, sorprendían el ver cómo juntaban sus monedas para establecer un presupuesto de diversión juvenil moderna limeña y para nada aburrida. Los cigarros, las cervezas, la movilidad, todo eso era meticulosamente analizado por ambos hasta llegar al punto de hacer una lista intangible, por no decir itinerario, de cosas por hacer al momento de llegar a Barranco. Los padres nunca fueron un problema para ellos. Alberto no habla con su padre desde hace más de 10 años, pobre la madre, odio cuando la veo así, preocupada hasta altas horas de la noche preguntando por su hijo, pero no se toma la molestia de llamarlo para no joder su libertinaje, claro está. En el caso de Luis, la cosa es un poco distinta. Sus padres no son separados, pero digamos que ellos no tienen las energías como para estar pendientes de las travesuras de su propio hijo, único para concha. El consentimiento resurge como un géiser en esa casa, ambos trabajan duro para darle lo mejor a Luis, único hijo. Creo que eso ocurre en la mayoría de casos, en mi opinión. Pero, ahora que los veo bien a ellos, refiriéndome a sus padres, creo que esto se debe a la poca atención que le tienen a él, sacando de lado los caprichos, entre otras cosas. He ahí supongo que aparece el entendimiento que tanto Alberto se tiene con Luis en ese aspecto, el sentirse lo suficientemente libres como para hacer lo que quieran, y conseguirlo, siempre.

Luis termina siendo el más romántico y Alberto el más directo. Son una mezcla para la nómina exclusiva del llamado gilero que todos los jóvenes de ahora conocemos, sobre todo para las chicas, al parecer. Pero qué más pueden pretender unos jóvenes de 18 años de edad, precoces en todo sentido, energizados por la diversión que da el alcohol a sus mentes y el buen rock. Aunque, claro, su amistad proviene de muchos años atrás, con la inocencia empedernida e inmaculada, los juegos y las chicas eran y son polos distintos para ellos, en este momento. La vida es muy corta como para estar pensando en banalidades, no es necesario para ellos ver la seriedad de la vida, sobre todo si es que hablamos de un sentimiento como el amor. Por ahora.
(...)

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