sábado, 16 de octubre de 2010

Extra: I

No es novedad, nunca lo es, el tratar de conocer los límites y las debilidades clásicas del ser humano cuando se aparece una situación intensamente dificultosa y hasta cierto punto, hiriente, tanto para uno como para el otro. Es clásico caer en la clásica trampa de oso, el óxido envenena nuestra alma. El caer y no poder hacer nada al respecto, ya que safarse del metal intangible no es algo que cualquiera pueda hacer, y si llegas a liberarte, ya no es lo mismo todo. Terminaste herido, esa es la verdad.

Bien caminaste y te guiaste por la primera luz blanca que viste, también te percataste de aquellas trampas mortales, ciertamente tentadoras, porque la curiosidad activa sustancias en nuestro organismo que nos incita a caer en la tentación, en lo supuestamente malo e hiriente, a la mierda con las consecuencias.
¿Cuáles consecuencias? ¡Bien supiste desde un principio que al crear el fuego, caíste en la responsabilidad de herir o ser herido, el jugar con eso, tu destino!

No puedes caminar igual que antes, tu pierna no está como antes, ya nada será como antes. Tu cabeza quiso ser piedra, y en piedra se convirtió. Buscaste al Diablo y encontraste dos.

A lo mejor la solución está cuando cierras los ojos, en la seguridad de tu cama, con tu propio techo conocido, tan cierto como los pensamientos que recorren celéricamente por tu cabeza, el bien y el mal, en conclusión, lo que hiciste y no debiste.

Por no decir más, terminarás caminando solo por la vereda gris y mirando tus propios pies. Te felicitas a ti mismo, te creaste otro mundo. Ahora aprende a vivir con ello.

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