martes, 10 de agosto de 2010

Sentada ella en un café

Te veo de lejos,
tres mesas de eternidad
nos separan.

Santo el frío que acoge tus manos,
y la porcelana se mueve como tierra.

Cada minuto es un reojo,
mi distracción acorta el tiempo
de minutos a segundos.
Les presento mi maldición
la bofetada al amor
siento que esto no tiene perdón,
pues mis manos se mueven del frío
al igual que mi corazón.

Mujer, sí que vistes bien,
pues ahora son dos mesas de eternidad
y mi vista ha mejorado
también.

Deseo que esa eternidad se vaya,
pues tus rasgos me llaman la atención
que no se diga más, nada,
es que serás el placer de mi visión.

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