domingo, 18 de abril de 2010

Un compartir móvil, una misma ruta

El comienzo rotundo al son arcaico de muchos tambores,
zapateos criollos y aullidos de gozo
casi alaridos del mundo liberal y la física ni ayuda.
Oh de mí, el caminar a tu costado y no entender la mínima indirecta.
Oh de mi, el caminar a tu costado y el mínimo roce con aullidos de pena y dolor.
Tú, reina de las desgracias que a grito de guerra,
soltaste tus rayos de cautiverio y de sonante jolgorio alcoholizante.
Dicha la mía el momento de tener la obligación de cargar tu trono,
dicha la mía el tener que compartir el mismo asiento.

Esto no debió pasar, reina mía.
Las señales causaron que hasta el semáforo más tardío haga una jugarreta,
sin mencionar la ayuda incandescente de la Luna.
Dicha la mía cuando tuvimos una disputa de palabras y de lenguas,
lenguas a base de lanzas y espadas,
la gran causante de esta pena y dolor, no podría explicarlo mejor
que el mismo Odín,
él que sí sabe de penas. Ja.

Obtuviste tu premio, los platillos de la victoria, tu viveza costará caro.
La sorpresa del primer destello de luz te hará llorar.
Llora.
Llorarás.

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