martes, 5 de abril de 2011

No Más De Diez Minutos

(...)No hubo arrepentimiento alguno en sus rostros cuando se echaron en la cama, bien acabando el sexo. Por un lado, él simplemente tenía el techo como nuevo objetivo en la mira, un vacío tan perplejo que lo dejaba en cierto trance un tanto preocupante. Ella, por el otro lado, no permitía en lo absoluto escuchar palabra alguna saliente de su hocico nauseabundo. En serio, lo escuché muy claro, no hay mucha distancia entre el balcón, donde me encuentro tomando una cerveza y mirando el mar y la cama en donde ellos se encuentran ahora. Algo patético, pensarán ustedes seguro, por parte de un hombre muerto que tiene la capacidad de volver tangible lo intangible, y busca algo tan banal y soso como una botella de cerveza para relajarse y poder visitar a sus amigos que no ve desde hace muchos años; siete, en realidad, desde mi muerte. Pero ahora veo que se forma un diálogo. Interesante, me digo, pues dejo mi cerveza y me pongo a escuchar detrás de la mampara.

- No sé qué tiene tu techo, pero no puedo dejar de verlo.
- Y tú sigues dirigiéndome la palabra. Te juro que estoy a punto de pararme y... Olvídalo.
- ¿Qué, tan difícil te es herirme? Veo que ahora recurres hacia un objeto para poder lastimarme. No te sacia la sangre de mis heridas internas hechas por tus palabras.
- No te entiendo, la verdad.
- Nunca te has molestado en entenderme. Ambos sabemos eso.
- No te hagas el sabiondo. Tú no me conoces, sólo apareces de vez en cuando en mi vida y ahora juras que eres el capitán de mi corazón. No sabes nada de mí.
- Sé que no puedes dejar de pensar en el amor.
- ...¿Y eso a qué viene?

No podía dejar de mirar el techo. Alguna fuerza enigmática y prevaleciente creaba un mosaico de colores uniformes y parcos, que entonaban y desentonaban la textura del cimiento. Tuve que parpadear para poder deshacerme del hechizo.

- A que me intriga mucho ese tema. Nunca lo he sentido. Nunca me ha interesado, hasta ahora. Siento que tengo mucho por aprender.
- Complicándote de esa manera no te hará llegar a nada. El amor llega, aún así no lo estés esperando en tu sala, tocará tu puerta. Puedes engañarlo viendo por la mirilla para asegurarte de ello. Es tu problema si decides agarrar ese sentimiento tan sencillo y volverlo de una semilla, un árbol cuyas ramas sean infinitas.
- No lo veo de esa manera, realmente. Siento que somos como peones en su juego. Las tácticas que uno se plantea hacia el amor, al final termina siendo para el jugador y no para el peón. El peón sólo espera órdenes, sólo acata la efusiva mano que lo hace mover hacia el siguiente casillero. Me siento como un peón en su juego, sé que no le podré ganar, ni siquiera encarármelo. He perdido sin siquiera haber empezado.
- Creo que entiendo hacia dónde estás yendo con todo esto.
- No lo creo. Si fuese así, no hubieras accedido a tener sexo conmigo. Jugar contigo fue lo mejor del día. Y no estoy mencionado el haberte usado, porque tú y yo sabemos que no fue así. Simplemente te puedo decir que esto fue parte de una estrategia un tanto ortodoxa para librarme de cierta disputa con el amor, que por cierto, mis respetos ahora son más grandes hacia él. En parte, hasta debería agradecerte por eso.
- Algo me dice que volveremos a hacer esto muy seguido.
- Dios bendiga al ajedrez y el vino Concha y Toro.

No pude evitar sonreír. Fue algo grato escuchar a este par de tontos, escuchando su debate acerca de algo tan inexplicable y enigmático. Debo mencionar que no escuché todo el zurullo, pero a fin de cuentas sé que no perdí el tiempo. Felizmente estoy muerto, porque si me hubiesen obligado a escuchar toda la tertulia, ese vino estaría en mi sistema en estos momentos y acabaría tendido en el balcón, borracho y solo.

No hay comentarios: