Qué hay más que el cielo
donde nubes y aires azules
adornan la vista hacia mi
humanidad de concreto.
La ventana me pregunta
por mi mirada derretida por la lluvia,
y caigo en la sagrada trampa
de dormir sobre trombones y tambores.
Cuando la sombra de la grande noche
caiga entre mis espaldas,
resbalaré sobre hierro urbano, las flores
y mi nueva estadía de pura calma.
Sueño con las pisadas de las personas,
y el verano siempre deseado
sólo termino aislado en mi silla de vejez
por prevalecer ante el licor y el placer.
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